Las migraciones de la población andina a la costa, y especialmente a la capital, Lima, se iniciaron a partir de la mitad del siglo XX con el propósito de encontrar en las ciudades un mejor progreso, mejores oportunidades de trabajo, mejores servicios (que eran escasos, o ausentes, en su tierra de origen), tener una economía estable para ellos mismos o para sus familias, etc. Cabe resaltar que en ese entonces las ciudades o las demás zonas urbanas eran habitadas por una cierta élite que constituían entre la clase alta, hacendados, o profesionales. Sin embargo, a partir del fenómeno de las migraciones andinas, las zonas urbanas y la población limeña empezaron a crecer; al mismo tiempo, las necesidades de una Lima que veía el nacimiento de la “primera generación” de inmigrantes, no estuvo preparada económica y socialmente para tener una población que en su mayoría era pobre, y no tenían parientes o territorios dónde poder vivir. Fue así que se formaron los primeros asentamientos humanos, pueblos jóvenes, suburbios, barrios obreros, etc. Por otro lado, el provinciano también se dedicaba a dar un espacio a sus representar sus sentimientos, reflejándolos en canciones y que tenían que ver también con su identidad. Hablaban acerca de las penurias que pasaron durante el viaje y de su nueva vida en un lugar al que no conocían y eran ajenos a lo que ellos, de que estaban alejados de sus familiares por un mejor porvenir, y de relaciones amorosas que con el tiempo se desmoronaron. De esta manera, se puede decir que estas migraciones no vinieron solas. Vinieron también las costumbres del provinciano, como celebraciones, modo de vida, e incluso el género musical provenientes de sus tierras natales, como el huayno. Es, de esa manera, que nace la llamada “cultura popular”, creada por los primeros inmigrantes que entre ellos mismos formaron su propia sociedad dentro de la ciudad, principalmente, en los conos Norte y sur de Lima, en donde pudieron desarrollar sus propias manifestaciones en una Lima Cosmopolitan y que estaba apartada de las tradiciones andinas o provincianas. Es esta cultura que resalta en nuevos sectores sociales como serían las clases medias o bajas, en los conos, en los suburbios, y más adelante en centros de recreación en donde el desenvolvimiento de esa primera generación consistía en la diversión, que era hecho por el hombre provinciano para el hombre provinciano. Asimismo, de todos los elementos que caracterizan a esta cultura popular, lo más importante y lo que más ha marcado, no solo a una sociedad, sino a nivel nacional, es la música “chicha”, género que nació de la fusión de diversos ritmos peruanos, sudamericanos, e incluso, extranjeros, tales como el huayno, la cumbia colombiana, y el rock and roll. Por otro lado, la música “chicha” (como el autor lo llama como “la cumbia andina”) no era dirigido a todas las clases del Perú, sino a los sectores populares, a los nuevos sectores de clase media y baja integradas por familias provenientes de varias partes del país, pues sus letras hablaban, como se dijo anteriormente, sobre el sufrimiento, su vida cotidiana, su nostalgia por sus tierra, sus recuerdos, etc., que hacía que estos sectores se identificaran con las canciones y con los ritmos que, con el pasar del tiempo, fueron parte de las reuniones que se realizaban, también conocidas como fiestas chicha. La música en sí ha sido la parte esencial de la cultura popular, pues sin esta el provinciano no habría tenido dónde manifestar su cultura o su forma de expresar, además de que era marginado por los habitantes de la Lima tradicional, acostumbrada a temas actuales o globales. El género que más se usó a interpretar fue la cumbia, y con ella, salieron nuevos grupos musicales, como Los Destellos, y la difusión de su música a través de las emisoras radiales, de conciertos y representaciones en vivo, y de los LP’s que tuvieron una alta demanda de la población recién llegada.
Se podría decir que no solo la letra de la música chicha fue parte de la identidad del hombre andino en la capital. Un claro ejemplo de esto es el tema de las portadas de los discos de los grupos musicales. En ellas se muestran imágenes como el mismo grupo, al lado de sus instrumentos, en alguna región del país, con letras llamativas, coloridas, fotografías en donde se muestran paisajes, cordilleras, monumentos nacionales, pueblos andinos, plazas, y obviamente, al grupo, posando y siendo el primer plano.
Según el concepto que maneja Didi Huberman en la lectura “Imágenes pese a todo: memoria visual del holocausto”, se puede hacer juicio acerca de las imágenes que los grupos usaban como portadas para sus discos. Como se dijo antes, las imágenes servían directamente para que el hombre andino se sintiera identificado, pues se podía relacionar con ella, en cuanto al contexto o lo que se mostraba en la foto, con su anterior realidad que era imaginable; a su vez, cumplía con el rol de hacer que el provinciano no se olvide de su lugar de origen o de la región donde se crió, pues ese era el objetivo de la portada de los discos, de realizar un proceso de identificación: con el hecho de ver una fiesta perpetrada ya era un símbolo, o de introducir letras alusivas a la celebración ya era forma de verse la estética y la preocupación por la imagen, pues tenía que ser llamativa, y por cierto, real, no inimaginable. Hay portadas de discos en donde los grupos de música “chicha” están en un lugar desconocido para el hombre andino, como lo hicieron el Grupo Néctar, mostrando parajes sudamericanos o europeos. Aquí, el mensaje que se da a través de esta foto es que es un hecho que estén en aquel lugar y que su música ha “pegado” o es sintonizada también en esos territorios, como diciendo que la cumbia es el fenómeno mundial, que fácilmente se puede oír por todas partes y ya no solamente en los conos, en mercados como La Parada, y mucho menos ya no es parte del mercado informal, sino que ha entrado a estándares internacionales. Si uno ve en las portadas a grupos al lado de sus instrumentos musicales, estos son también guitarras eléctricas y órganos, como haciendo que el género entre a la vanguardia de los demás, y dando sentido de modernidad, de que no solamente tocan instrumentos propios del género chicha. Además, con la tecnología de ese entonces (de vuelta, años sesenta, setenta y ochenta), se puede llegar a la conclusión de que esas fotografías puestas en las portadas están relacionadas con la eficiencia, la estética, la postura para una mejor imagen, y las expresiones para la identificación del hombre provinciano; asimismo, esta imagen tiene el doble régimen, que sí se juzga con valores como verdad, se puede mostrar como una evidencia de la identidad, con detalles, algunos simples como la postura y la expresión, y algunos complejos, como lo son las letras llamativas y el encuadre para que el grupo salga en primer plano o un paisaje en el segundo plano. De hecho que también se muestra partes de la historia, como la evolución, de cómo de una foto tomada en los alrededores de un pueblo pasaron a llegar a excéntricos paisajes internacionales.
En cuanto a la interpretación de las imágenes, estas podrían ser interpretadas por cualquier persona de cualquier manera, y no necesariamente está asociado con el sentido de identidad. Como se ha dicho anteriormente, la música chicha solo era destinado a los sectores populares, pues este constituía un mercado fuerte, un mercado informal y que cuyos productos, como los discos o los LP’s, solo eran encontrados en tiendas o puestos ubicados en barriadas o suburbios urbanos. Aquí, se puede usar el texto de Marshall Mc Luhan, “El medio es mensaje”, en donde se puede decir que el mensaje que transmitían las portadas de los discos cambia de acuerdo a la sociedad que lo observa. Para el sector popular el mensaje era de identidad y progreso; quizá para otras clases sociales era desfachatez de una cultura que no tenía que ver en nada con ellos y su vida cotidiana. Tal y como lo señala Mc Luhan, el mensaje no solo es contenido e información, hay modificaciones de acuerdo al sujeto que recibe la imagen. Como se sabe, la cultura popular nació en los barrios más pobres de Lima en donde vivían los “nuevos limeños”, y no era excéntrico y mucho menos vigente en zonas de clase alta. La acogida que tuvo esta música al comienzo se dio entre sus propia gente, y el hecho de que se recogiera en una imagen aquella identidad, también excluía: obviamente que un limeño, o un costeño, no se reconocería, menos aún, se identificaría con un poblado, o con el grupo que toca “chicha”. Cada sujeto tiene su forma de interpretar el mensaje según la temática y el contexto donde se crió y está ubicado.