martes, 30 de noviembre de 2010

True Grit

Una palícula más de los hermanos Coen que será estrenada muy pronto,en EE.UU.Exactamente en Navidad.
Mientras aquí pongo el trailer,yo todavía seguiré que llegue al Perú "A serious man".

viernes, 12 de noviembre de 2010

El camino del silencio y de la suerte

Quizá la Lima de los dos millones de habitantes no sea tan amable conmigo. Estoy parado, llamando a gritos las avenidas que voy a pasar más adelante. Estoy despierto, con los ojos abiertos, mirando los senderos que tienen nombres como El Ejercito, Salaverry, Pershing, Covadonga, y que los esquivo con serenidad. Este mediodía es tan triste como este clima. No hay calor. No hay almas. Hace frío, y las hormigas que en la mañana solía ver vestidas con colores oscuros y abrigos se han escondido. Tal vez porque es hora del almuerzo, hay ausencia de energías o de esa alegría que cuando está presente el sol en el cielo nos da. Pero igual, a pesar de los gritos, de esa maraca de sencillos que ha formado mi mano, de ver que dentro del vehículo hay unos cuantos comensales, estoy vivo. Serio, pero vivo. Mi cuerpo está en el recorrer diario de la ruta que siempre miro y no me cansaré de mirar porque siempre hay algo novedoso. Mis bolsillos guardan monedas que recibo de todos lados, de todas esas hormiguillas que antes venía por mí para llevarlos a otra dimensión pero que ahora no me necesitan. No oigo voces, a excepción de los demás carros que avanzan por esos senderos al igual que yo; y a mi alrededor, bosques de cemento, caminos de concreto, pasos ausentes, el silencioso ruido, edificios que nacen desde los suelos y que están desnudos. No están cubiertos, y cuando miro al cielo, me digo a mí mismo que estoy en el medio, en un espacio en donde las ventanas están abiertas o cerradas, en donde el caucho y el olor a gasolina no es de extrañar.
El cobrador del Anconero.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Es hoy,hoy es

Solamente puedo decir que ahora mismo me estoy yendo al Monumental,no para ver el partido,sino para ver a Fatboy Slim.Ya tengo mi entrada,mi vida puesta en el escenario,hasta tengo sueño,pero no hay tiempo para soñar,porque mi sueño ya se hizo realidad.
ADIÓS!!!

lunes, 1 de noviembre de 2010

Estados inertes de un joven enamorado

El joven llamó a aquella chica con quien había pasado una agridulce noche ante la clara mirada de la luna en un lugar cuyo nombre prefiere olvidar. El celular sonaba, como diciendo que cada segundo y cada timbrada era una esperanza, un bien y a la vez un mal. Pero con ese pensamiento de niño eligiendo entre un caramelo y una galleta de fresa, el celular dejó de timbrar, dejó de sonar, y dejó sin aliento al joven. Desde el otro lado pudo escucharse un “Aló”. No era de esperarse. Todos lo dicen, hasta él. La voz que escuchó le hizo entrar en sí, en su cuerpo, en su pensar. La voz parecía ser el infinito: muy íntegra, muy rígida, muy áspera, muy celestial. Era ella, sí. La chica con quien había pasado una agridulce noche ante la clara mirada de la luna en un lugar cuyo nombre prefiere olvidar, mas no a ella, quien lo tenía prisionero y desesperado. Así, él empezó a hablar. “Hola, soy yo”. La chica, desde el otro lado, tendió a recordar. “Ah, ya sé quién eres”. Y su voz se puso nublosa. El joven lucía emocionado, y a continuación, acomodó su vida en un signo de interrogación. “Sí, perdóname que te llame a esta hora, pero… ¿quisieras almorzar conmigo este domingo? Tú sabes… para charlar”. La vida de la chica desapareció por un momento. Solo se escuchaban los pensamientos y las dudas. Solo divagaba la nada, acompañado de la soledad y del silencio, hasta que de repente, la chica habló. “Ya, está bien”, y el joven se emocionó. “Conozco un restaurante en donde podríamos ir a hacerlo, a almorzar, digo”, prosiguió ella. El joven lució encantado, y lució un rostro muy satisfecho. “Sí, claro. No te preocupes. Yo invito”. Luego de la llamada, las palabras comenzaron a morir.
El comportamiento de perro con su hueso no hizo de esperar. La desesperación la ahorcaba. La chica, después de cortar, no resultó ser la misma. Tenía el celular en la mano, tenía el miedo en su cuerpo. Tenía ganas de hacer algo. Fue así que llamó a alguien. El celular comenzó a sonar, y por fin la espera se terminó. “Aló, mamá”, dijo, “soy yo, tu hija. Quisiera pedirte un gran favor. Quisiera que el domingo me llames media hora antes de la… una y media. ¿Puede ser? Quiero que me digas hija, es una emergencia, y quisiera que inventes cualquier pretexto. No, mamá, no me he metido en nada, solamente llámame y hazlo, por favor. ¿Qué? Sí, sí. De ahí voy a almorzar en tu casa pues. Ajá. ¿Qué tienes pensado cocinarme? Ya. OK. Estaré ahí entonces. Ya má. Chau”. Y cortó.
Automáticamente, la chica fue a bañarse, y de paso, a reflexionar acerca de joven que la había llamado, a sentir su sospecha, a ver los recuerdos olvidos, y a refrescar su vida, su cabello, su piel de seda, y sus pensamientos. Después del baño, se vistió de forma casual. No quería parecer coqueta, mucho menos, parecer una mujer en su primera cita, en su segunda. Se dio su último retoque, cogió su bolso, y salió de su casa cual pájaro luego del cautiverio.
Ese domingo, el joven lucía ansioso después de esperar miles de años. El viento de un frío y nítido mediodía acariciaba su pelo. Estaba ansioso, desesperado por ver a la chica con quien había pasado una agridulce noche ante la clara mirada de la luna en un lugar cuyo nombre prefiere olvidar.