lunes, 8 de febrero de 2010

Comienzo del fin

Luego de la derrota que tuve hace poco,he aquí otra primera novela.Solo daré un fragmento,y por primera vez escribiré en primera persona.
"Las horas pasaban. El clima se ponía cada vez más frío. Había empezado a llover y yo ni siquiera estaba arropado con una chompa y una camisa puesta. No me había dado cuenta de muchas cosas. Como la hora de la cena. Estaba solo. No había ni un alma que me llamara. Es más, no había comida. Ni siquiera un pedazo de pan. Mientras el tiempo pasaba, me daba cuenta de que ya me había vuelto adicto a escribir.
Esa noche, cerca de las diez en punto, había dejado el lapicero a un lado y decidí ir al botiquín que teníamos en la casa para buscar Ritalin. El tío los traía de los hospitales en donde trabajaba. No sé para qué. Yo los consumía cuando tenía hambre. Ya el asunto era cuando iba al día siguiente al colegio. Iba como un zombie con los ojos abiertos y los labios secos. No parpadeaba. No saludaba a nadie. A veces me caía. A veces ni siquiera sabía el significado de la palabra “caer”. Me olvidaba de muchas cosas. Hasta de pagar pasaje. Me drogaba completamente y como si nada caminaba por las calles, por los corredores de la escuela, hasta por el salón, con la droga en las venas. Francamente, la Ritalin me servía de algo en la vida.
Ese día, el día siguiente, después de haber tomado esa pastilla, fui a la carpeta de Ezequiel a entregarle dos hojas llenas de poemas. No sabía lo que decía. Ni siquiera sabía que se lo estaba entregando en ese momento. Pero, por otra parte, lo que apenas sí podía sentir con los cinco sentidos adormecidos y temblorosos era la risa y la felicitación de un amigo. Yo no hablaba, y fue así que él llegó a darme un abrazo.
Cuando el efecto secundario del Ritalin había finalizado, recién pude darme cuenta de todo lo que había y estaba haciendo. Estaba sentado en mi carpeta, al lado de la mujer que más quería, a Silvia. Tenía los brazos cruzados y los puños de la camisa doblados y mojados por mi propia saliva. No sentía las piernas, los genitales (eso me preocupó), la correa que llevaba en la cintura, o los dedos de las manos. Estaba aterrado. Aunque no hice un escándalo por eso, les avisé a los muchachos acerca de lo que me estaba pasando, del pánico que estaba viviendo y de mi temor de haber perdido los genitales en un momento y de una forma inesperada".

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