lunes, 13 de junio de 2011

El arte de dar algo tuyo y recibir algo ajeno (interpretación del capítulo "Del leer y el escribir",del libro de Nietzsche "Así Habló Zaratustra")

En la vida cotidiana, y ya desde un buen tiempo, la sociedad ha estado envuelta en un mundo de letras, en un mundo en donde la comunicación es primordial para el entendimiento humano. Las letras, de una forma práctica, sirven para intercambio de mensajes y códigos, pero no solo para ello, sino también para tener acceso a un conocimiento deseado. Como se sabe, las letras están impuestas en un abecedario, y están de acuerdo a la necesidad y a la grafía de un lenguaje. Uno puede interpretar las letras siempre y cuando se rija a su propia letra, es decir, leer el significante y saber lo que se quiere decir. Esto se ve reflejado en el siguiente capítulo extraído de la primera parte del libro de Friedrich Nietzsche “Así Habló Zaratustra”, que se llama “Del leer y escribir”. Este capítulo será analizado desde un punto de vista filosófico, además, cabe resaltar que el autor del libro forma parte de la Filosofía universal.

Al comienzo, Nietzsche dice, en el primer párrafo: “De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre.” Esta frase da un mensaje que quiere decir que, de todas las escrituras existentes, él ama las escrituras que tienen un valor sentimental. Es por ello que hace referencia al espíritu, al alma, factor que está dentro del propio ser humano. Es decir, que las escrituras, o lo escrito, como dice Nietzsche, tienen que provenir del mismo hombre, y para valorarlo, el mismo hombre tendría que escribir para considerar que sus letras provienen de su sentimiento. Más adelante, habla acerca de la sangre ajena, que siguiendo el patrón filosófico, es la escritura y el sentimiento de algún ser humano. Exhorta que no es fácil entenderla, pues, quizá no sea un sentimiento compartido; salvo que sea aquel lector que uno mismo conoce, pues con él se relaciona de una mejor manera, y además, el hecho que aquel lector ya lea sus escrituras forma parte de él, del mismo que escribió. Esto, dice el autor del texto, que es bueno, pues existe entendimiento; pero, a su vez también es malo, ya que vuelve ociosas a las personas, y estas mismas dirán “ya para qué escribir, es mejor leer”, y creerán que todas aquellas escrituras explayan la verdad (o la llamada “verdad absoluta), y de esa manera, el mismo ser humano estaría corrompiendo su pensamiento.

Por otra parte, Nietzsche resalta la importancia de las escrituras, pues dice que aquel que escribe con sentimiento usando el pronunciamiento (metafóricamente, un rol dentro de la sociedad, como puede ser el casamiento o el bautizo), quiere ser recordado. Más o menos, esto lo adhiere incluso desde un punto de vista religioso, en donde señala: “En otro tiempo el espíritu era Dios, luego se convirtió en hombre, y ahora se convierte incluso en plebe”. Esto es interpretado a través del siguiente argumento: que Dios era el sentimiento en palabra (amor, emoción, virtud, esperanza, etc.), y que después pasó a ser el mismo ser humano con la idea humanista que tenía de sí mismo, otorgando la idea de que el hombre también es y tiene sentimientos; pero que, sin embargo, al ver que esos sentimientos están puestos en las escrituras, esta última empobrece.

También, uno de los factores que el autor menciona en este capítulo es el valor de la curiosidad por poseer la sabiduría. Nietzsche, en una parte del capítulo, dice que “quiere tener duendes a su alrededor, pues es valeroso y quiere reír”. Esto es explicado filosóficamente con que el hombre valiente también es feliz y disfruta de la felicidad, y además, tiene un propósito: alcanzar la sabiduría, puesto que es una meta para el valiente; por el camino uno mira arriba porque quiere tenerla; pero el autor mira abajo porque está arriba, es decir, tiene la sabiduría, y el haberlo podido alcanzar le causa la felicidad, y puede él mismo disfrutar de ser el primero y de reírse de las tragedias, de aquellas personas que actúan ante una y de la vida misma.

La sabiduría, en este caso, Nietzsche lo pone en lo alto de una montaña. Esto se debe a que él, en textos anteriores, ha explayado la idea de que el superhombre es aquel que tiene “la verdad absoluta”. En esta ocasión, la verdad está arriba, en la cima. Obtenerlo es un camino difícil, pero después este llena de alegría al que lo alcanzó.

Sin embargo, y es de esperar, que aquellas personas que no poseen la verdad absoluta entran a la duda de lo verdadero y lo falso. Un ejemplo, la existencia de Dios, que no se sabe si en realidad existe o no; pero para eso, está la sabiduría, que tiene la respuesta. Es por ello que existe la desesperación por tenerla, y esto causa competencias e incluso llegar al fanatismo y a una ideología que no se sabe si es correcta o no en cuanto argumentos se refieren ya que llega a creer que tiene la verdad, y vivirá engañado de por vida. Un ejemplo, relacionado con el anterior, es el fanatismo religioso que existe en el mundo islámico, que lleva a la desesperación por imponer un cierto tema dogmático en una región que, además, los vuelve violentos por lograr un objetivo, sea esta una reivindicación, obtener más fieles, o cumplir una palabra que fue escrita, tal vez, por un ser supremo (teniendo al Corán como libro sagrado).

Otro factor más que integra Nietzsche en el texto es la vida. Explica que la vida no puede ser vivida si no existe amor, y si el ser humano vive es a causa de ello y nada más. El amor está en aquellas cosas frágiles, e incluso, en el aire.

En conclusión, las letras traen el conocimiento de un tema y tener la sabiduría es como tener la verdad que tiene al ser humano encadenado en la duda. Es de esta manera que se creó la frase “La verdad los hará libre”, y en una buena parte, la verdad es conseguida a través de las escrituras, aquellas en donde está el sentimiento y el espíritu del mismo ser humano. El llegar a alcanzarlo es un largo camino, sin embargo, el poseerla puede hacer a uno feliz, pues ya no vivirá engañado.

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